...y lo que mi corazón conoce.

martes, 2 de marzo de 2010

Llevas la química y a mí en el bolsillo.


Te lo dije. Obsesionarse con algo es cosa de locos. Te lo ije otra vez y no me hiciste caso. El trauma que llevaba con la cosa del corazón era equivalente a una tropa de soldados de la II guerra mundial. Y yo, claro, era una inutil tierra que no podía con todo. No lo podrás entender nunca. Las ganas de centrarte en algo te carcomían la cabeza. No seas idiota. Que bueno, que mal, no me prestaste atención, pero igual yo estaba atravezada, era mejor. Te dije que no te subas a los aventones de cualquiera, son una especie de unión para la desunión. Yo fui victima. No te preocupes podrás bajar cuando quieras y tenga el cerebro abierto al mundo. No te moleste que te lleven la contraria, tu sabes, no esperes que abran las puertas de los bares ni esperes a Napoleón. Si quieres puedes beber de su veneno que te da la vida o abrir los cofres caribeños. Pero así, no te equivoques, que yo también llevé holandeses al parque cuando era niña. Sé que no nos tocaron rosas en muebles, ni soles quemando casas o piedras sobresaliendo en la arena mojada, pero, te lo diré otra vez.